Deseando todo el invierno que llegue el verano, para desear
todo el verano que llegue el invierno. Desde luego, los humanos somos
inconformistas por naturaleza. Hoy he estado a punto de derretirme lentamente
en mi despacho. No hay nada como la falta de aire acondicionado cuando han
anunciado a bombo y platillo una alerta de altas temperaturas: "no salgan de
casa hasta que vean aparecer a los vampiros, beban agua en abundancia y hagan
uso de las fuentes públicas, se permite el remojón de cabeza".
No me extraña que en el Caribe se tomen la vida con más
calma. Supongo que, con “este fresquito”, las neuronas no están para mucho
trajín: “¡hey!, vieja amiga, ¿qué vas a
hacer hoy?” “Nada, archivaré aquí lo que este tío hizo ayer. ¡Tardo cinco
minutos!!”. En el fondo puede que me den
envidia los caribeños. Pero bueno, supongo que desde la lejanía todo se
idealiza demasiado. Recuerdo que un día una chica de un pueblecito inglés me
dijo:” ¿tú vives en España? Entonces, ¿vives en una casa con piscina y siempre
hace sol?” No sé en qué serie de televisión o película mostraban esa imagen de
la Spain, pero nada que ver con mi realidad de entonces.
Hoy
me declaro adicta del aire acondicionado. Una pequeña avería ha servido para
darme cuenta de que, sin este súper invento, mis neuronas piden a gritos unas
vacaciones en Alaska, ¡quiero temblar de frío! Y mientras pienso en un
horizonte helado, no puedo dejar de canturrear una estúpida canción: “¡ay! qué
calóo, qué calóo tengo, que guapa soy, que tipo tengo…!!!” No entiendo cómo vas a estar mona sudada y
con brillos, pero … “toma, que toma, que toma, tomaaa, que toma, que toma,
tomaaa, que toma, que toma TÁAA!!!” J