Ahora
que está de moda la “leyenda del Caballero Oscuro”, os voy a hablar de uno que conocí hace algunos
años. Era yo una joven doncella inocente, sola y asustada, que acababa de
sufrir un inoportuno desmayo empuñando mi espada (en aquellos momentos, un
micrófono de una televisión local). Estupefacto al ver mi rostro y mi cuerpo
empapados y pálidos, mi fiel escudero no dudó en montarme en su potente carrocería
(por aquel entonces, un Nissan Micra sin dirección asistida) y a toda velocidad
puso rumbo al hospital de campaña. Allí, tras despojarme de ropa y pertenencias
varias, me dejaron aislada y sin respuestas. Cabe señalar que el hospital era
de financiación pública, por lo que pantalones, camiseta, bolso y material de
trabajo fueron “cuidadosamente” amontonados en una elegante bolsa de basura de
color negra.
Fue
entonces cuando, como un espejismo provocado por alguna droga que me habían
metido en vena, apareció él. Su elegante “armadura” de súper héroe era negra, lisa
y llegaba hasta el suelo. En el cuello una delgada banda blanca a modo de collar
de perro me dio mala espina, pero quise darle una oportunidad a mi inesperado
visitante. De pronto, sus manos se acercaron a mi rostro y con voz susurrante
me dijo algo de “está contigo…” No logré entender nada más porque estaba tan
asustada que mi cuerpo entero se paralizó. Aquel personaje estaba dibujando una
cruz sobre mi frente y me decía que alguien, al que yo no veía, estaba allí:
-“No
estás sola, él está contigo”, insistía.
Y
así, tal como vino, se fue. Sigiloso, dándome la espalda y sin despedidas. Si alguna
vez vuelvo a verle, le diré:
-“Ande
andará??!!” y me echaré unas risas, bien merecidas, “con las patas colgando”.
Muy bueno! Ya no me acordaba de esta historia. Jajaja.
ResponderEliminarAna
Gracias Ana!!
ResponderEliminarya te la volveré a contar en persona, con mímica es más divertida!!! :))