jueves, 20 de diciembre de 2012

Felices Fiestas y feliz 22 de diciembre!! :)



- ¿Eres bueno?

- Siiií. (con ojitos tímidos mirando hacia abajo y voz bajita. No todos los días se encuentra uno con un personaje tan importante)

Y entonces, por unos segundos, eres capaz de volver la vista atrás y hacerte niño a través de tu hijo. Y entiendes que, a pesar de todos tus problemas, la Navidad ya está aquí. Regresas a casa con un muñeco parlanchín tan emocionado, que no puede parar de enseñarte el caramelo que Papá Nolel le ha regalado. Es hora de poner el árbol y rescatar parte de la magia de unas fiestas en la que ellos son los protagonistas. Es el momento de explicarle que el día 25, junto a su zapatito colocado debajo del árbol, Santa dejará un regalito para que pueda disfrutarlo durante sus vacaciones de la guarde. Y que luego, en la noche del 5 de enero, los Reyes Magos de Oriente vendrán cargados de detallitos para empezar el nuevo año (porque los míos siguen siendo de Oriente y no de Andalucía, le pese a quien le pese). Algún día llegará también el momento de contarle que hace mucho, mucho tiempo, por estas fechas nació un niño que luego se hizo revolucionario. Quería defender los derechos de un pueblo oprimido. Un joven que murió por sus creencias y que poco después, vería (si es que hay un lugar desde el que se puede ver algo más allá) que unos cuantos corruptos cogieron su nombre, parte de sus hazañas e inventaron una tremenda historia que aún hoy sigue teniendo guionistas: matrimonios, animales que van, que vienen (pobre mula, además de no parir ahora no estuvo ni en el portal de Belén), reyes de Oriente o de Andalucía (total, qué más da. Aunque supongo que los segundos le hubieran llevado al Niño una patita de Jamón, salmorejo y alguna canción a modo de bulería).  En fin, rumores van, rumores vienen y, mientras unos inventan y viven de la Gloria de otros, intentaremos festejar estos días con alegría. ¿Por qué? Porque acabamos un año; porque hemos sobrevivido al Fin del Mundo; porque pasaremos a la Historia por ello; porque el 2013 llegará lleno de nuevas ilusiones. Al menos, por unos minutos, todos levantaremos nuestras copas de cava o de champán con ilusión y esperanza por la llegada de nuevos cambios. Y eso, hoy en día, es motivo de celebración. FELICES FIESTAS, de corazón. 

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Lisboa.



Tiburones que te comen la mano (el Oceanário), trenes que vuelan (el teleférico), trenes amarillos (el tranvía 28), castillos de princesas y príncipes (el Castillo de San Jorge y el Palacio da Pena en Sintra), una enorme piscina donde no me puedo bañar (la desembocadura del Tajo), un ascensor con asientos de madera (el elevador de Santa Justa), una torre sobre el agua con muchas pistolas (la Torre de Belén y sus cañones), unos señores muy altos que miran al agua (el monumento a los Descubridores), una enorme pelota con luces en la que puedo entrar a jugar (adornos de Navidad de la plaza de Rossio) Estas son algunas de las impresiones de un pequeño de dos años durante su primera visita a Lisboa. Si a esto le añadimos los sonidos del tren: - chú, chú…-, sus primeras palabras en portugués: - obrigado, tchau tchau..-, e incluso su simpático Hello como respuesta a un hola inglés, entonces, podemos decir que mi hombrecito ha vivido toda una aventura. 

Los mayores, más acostumbrados a las grandes vistas, a los tiburones que no son peligrosos tras el cristal y a los cambios de un idioma a otro, nos quedamos con otras sensaciones tan importantes como las anteriores. Los colores de Lisboa, su horizonte de tonos pastel roto de vez en cuando por el azul o rosa chillón de algún edificio que quiere hacerse destacar; los azulejos de antiguas fachadas señoriales deterioradas y agrietadas por el paso del tiempo; las tiendas pequeñitas, apenas adornadas en los barrios más humildes, que continúan sobreviviendo a la amenaza de las grandes superficies; las abuelillas con delantal de cuadritos, jersey de lana y pelo gris que sonríen a mi pequeño mientras nos sirven unas castañas asadas; la paciencia infinita de los portugueses que te lleva a reflexionar sobre tu propio ritmo y la necesidad de encontrar un punto intermedio; la amabilidad de unos vecinos que nos aprecian más de lo que pensamos; la dulce despedida de un país al que sabes que volverás. 

Dedico esta entrada a nuestros compañeros de Península, que también lo están pasando mal. A los barrios del extrarradio que se caen a pedacitos pero que están llenos de vida. A los edificios fantasmas del centro de Lisboa, auténticas obras de arte en decadencia, reflejo de la situación actual. A la esperanza de que algún día volveremos y Lisboa continuará asombrándonos por la variedad de color de sus calles y sus gentes. Obrigado.