jueves, 29 de noviembre de 2012

Brava, de pata negra.



Allí estaba ella; bronceada, deliciosa, curada por el paso del tiempo, madura y esperando con ansia a que alguien probara su carne, su textura, su pata negra. 

Y allí, a unos metros de distancia, estaba yo, mirando embobada su caminar. Sólo era una, sin cuerpo que la sustentara, sin su otra pata, únicamente presumiendo del porte y la negrura de su pezuña, de su raza, de su casta. 

Fue entonces cuando, de repente, se volvió loca y comenzó a correr, a saltar incluso. Estaba furiosa, enfadada, rabiosa, como poseída por una especie de fuerza sobrenatural que no llegaba a entender. Su ritmo era tan rápido, que en pocos segundos sentí que me alcanzaría. Sin pensarlo  comencé a correr yo también, como en aquella ocasión en la que unos patos gigantes armados con bates de beisbol intentaban atacarme. Por aquellos tiempos me encontraba inmersa en plenos preparativos de boda (qué estrés). Ahora, casi cumpliendo el quinto mes de embarazo, una pata de jamón me persigue en mis sueños. Pero por esta vez, he conseguido escapar de esta Usain Bolt porcina tan particular.

viernes, 16 de noviembre de 2012

¡Arriba los corazones!



-“Qué sol más bonito! Si parece una escena de Memorias de África!”

Mi fiel amigo sabe que es una de mis películas favoritas, si no la más de la más. Y aunque con grandes edificios, contaminación, coches y gente estresada, lo cierto es que la imaginación es tan divertida que mirando únicamente hacia el sol, con las dos nubecitas en forma de línea horizontal que le acompañaban, podías imaginarte que “tenías una granja en África”. 

Hoy, nada más levantarme, mi mente me ha canturreado “arriba los corazoooones” (con la melodía y el ritmo de Antonio Flores). Entonces, mi boca se ha retorcido a modo de sonrisita de alegría, de quien se ríe sin saber por qué, simplemente quizás porque su corazón está hoy ARRIBA. Pero en el momento de mirar hacia el sol de África que se había colado en el skyline de Madrid, una gotita de pena ha dejado a mi mente sin canción. - “¿Será así el sol que estén mirando en Gaza? ¿Será así el sol que estén viendo en África? ¿Quién llorará hoy mirando al sol? ¿Quién verá hoy este sol por última vez? ¿Quién estará compartiendo ahora conmigo este momento (además del cómplice piloto que llevo al lado)?” - Y así, algo tristona, he llegado a mi despacho dispuesta a empezar con la tarea. Y después de toda la mañana, me he dado cuenta de que la vida, inevitablemente, sigue. Es algo que me cuesta entender cuando despido a alguien que se marcha, quien sabe, quizás a hacerle compañía al sol africano. Pero lo cierto es que a pesar de que hoy las noticias hablan de otra muerte por desahucio en España, de ataques aéreos israelíes y hasta de un pederasta denunciado por su mujer, basta un paso de página, el salto de un párrafo a otro o una leve cortinilla  para leer lo último de los premios Grammy, de David Bisbal o del nuevo estadio que el Barça planea construir. En definitiva, mi pancita me acaba de dar una de las primeras patadas que muestran que, inevitablemente, la vida sigue. Motivo suficiente para seguir canturreando, aunque sea de vez en cuando: “Arriba los corazooones!!” :)

jueves, 15 de noviembre de 2012

Colgada de indigación.



Con las patas colgadas de indignación me he levantado esta mañana. Después de una jornada de huelga general y de grandes manifestaciones, no queda más remedio que volver a la rutina; a esa realidad marcada por una come salchichas y un absorbe fideos vestidos de mandatarios. No hay peligro más grande que poner en la cima de una pirámide débil y magullada a un puñado de personajes que creen ser dueños de la única verdad, la única solución: ¿una, grande y libre? Cuando alguien sin oído, incapaz de escuchar al pueblo que representa, se sienta en el trono de un país como éste, el desenlace final está escrito. Solo hay que echar mano de la historia, esa que se repite de forma cíclica y que personajes como los que hoy nos representan no quieren mantener en nuestra memoria. Afortunadamente aún existe una generación que recuerda aquellos fatídicos años. Muchos de ellos, incrédulos ante lo que están viviendo en sus últimos años de vida, también salieron ayer a la calle para luchar por los demás. Ya no se trata de defender los derechos que tantos años ha costado conseguir; sino de arañar, de morder si es necesario, para que el futuro de los que hoy aún llevan pañales, no esté determinado únicamente por el valor de sus carteras. 


Yo aún tengo una nómina con la que pago una hipoteca y un seguro de salud privado, porque tras las últimas experiencias en la sanidad pública, sería incapaz de exponer de nuevo a mis hijos a tal peligro. Apoyo al 100% una calle viva, donde el pueblo opine y sea escuchado. Dedico esta entrada a los que se han convertido en sordos sociales; a los que piensan que los desahucios no van con ellos porque en su presente no carecen de nada. Quién sabe, tal vez un día se obre el milagro y tengan que levantar el culo de su cómodo sofá para unirse a los que ahora consideran desechos de la sociedad. Que vuestro Dios os coja confesados, porque el día que la sociedad se vuelva sorda como vosotros habrá llegado el Fin.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Mi pequeña pancita.



Como dice una canción popular de mi tierra: “eres más chica que un huevo”, quizás no de gallina, pero sí de avestruz. Te hemos visto en blanco y negro y aún así, soy capaz de imaginar tu carita de color miel, tus ojazos y tu sonrisa. Es increíble las ganas que tengo de que llegues al mundo, sobre todo, porque cuando te tenga en mis brazos sabré que todo ha pasado y he conseguido proteger tus primeros meses de vida. 

Estoy asustada. ¿Demasiado? No lo sé, supongo que a más de una madre habrá sentido esta sensación. La maternidad es lo más bonito del mundo, pero también lo más duro. Hay días que desearía poder volar alto, alto y allí, fuera de órbita, gritar con todas mis ganas y hasta decir tacos malsonantes, jajaja, echar alguna lagrimilla y terminar mirando hacia abajo sonriendo por lo feliz que soy de teneros. Me convertiría entonces en el ave más veloz del mundo (o en el último hombre RedBull) y bajaría en picado a daros los “besos de pueblo” más fuertes y sonoros del mundo. Pero como no soy ave ni tengo un súper cohete espacial, me conformo con respirar hondo, hondo y mirar a los ojitos del bichino (tu hermano, el valiente que soporta con paciencia mis "achuchones besucones").  Pronto podré compartir contigo esa sensación porque sé que rubia, morena, pelirroja o en blanco y negro, serás una gran personita y una persona gigante. Como dice la canción: “tan alta como la Luna”. 

( Mi pequeño tesoro De tus papis y tu hermanito, que ya intuye tu presencia al mirar mi pancita. TQ)