jueves, 29 de noviembre de 2012

Brava, de pata negra.



Allí estaba ella; bronceada, deliciosa, curada por el paso del tiempo, madura y esperando con ansia a que alguien probara su carne, su textura, su pata negra. 

Y allí, a unos metros de distancia, estaba yo, mirando embobada su caminar. Sólo era una, sin cuerpo que la sustentara, sin su otra pata, únicamente presumiendo del porte y la negrura de su pezuña, de su raza, de su casta. 

Fue entonces cuando, de repente, se volvió loca y comenzó a correr, a saltar incluso. Estaba furiosa, enfadada, rabiosa, como poseída por una especie de fuerza sobrenatural que no llegaba a entender. Su ritmo era tan rápido, que en pocos segundos sentí que me alcanzaría. Sin pensarlo  comencé a correr yo también, como en aquella ocasión en la que unos patos gigantes armados con bates de beisbol intentaban atacarme. Por aquellos tiempos me encontraba inmersa en plenos preparativos de boda (qué estrés). Ahora, casi cumpliendo el quinto mes de embarazo, una pata de jamón me persigue en mis sueños. Pero por esta vez, he conseguido escapar de esta Usain Bolt porcina tan particular.

2 comentarios:

  1. ¡Vaya!

    Bueno, peor sería soñar con que te persiguiera un pavo de Acción de Gracias recién horneado ¿no?

    XD

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  2. Qué rico... un pavo recién horneadoooo..... jajaja Ñam, ñam!!! :)) Bsos.

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