martes, 16 de octubre de 2012

El "mal de olores".





Con "las patas colgando" y el estómago del revés me deja el síndrome del “mal de olores” que padezco desde la infancia. Es cierto que algunos aromas me transportan a otros tiempos, a otros lugares…, como el olor a hierba fresca recién cortada, que siempre me recuerda a Inglaterra y a un callejón estrecho, húmedo , verde y frondoso, lleno de vegetación medio salvaje que caía sobre mi cabeza arañando las vallas de las casas. También recuerdo el olor especial que tenían algunas muñecas, como las Barriguitas…, qué tiempos aquellos… El otro día, paseando por la sección de juguetes de unos grandes almacenes (me encanta darle a todos los botones y ver qué hacen, ¡peor que mi hijo!), abrí un tarrito con la imagen de Bob Esponja que contenía una especie de gelatina amarilla limón. Acerqué mi nariz y “gualá!!” que ilusión me hizo oler el Blandiblú y tocarlo un poquitín. 


     -“¡Mira!! ¡Es blandiblú!”- le dije a mi chico, que se encontraba probando el sonido de una Dora Exploradora un poco estresada.
   -“¡Blandiblúuu?!”- y se le iluminaron los ojos, cómo si hubiéramos descubierto una mina de oro, toda para nosotros. 




El “mal de olores” no me transporta en el tiempo, en los recuerdos, pero sí me trae de forma instantánea imágenes súper desagradables a la cabeza. Una especie de galería de fotográfica que, unida a la sensación de estar comiendo lo que veo en mi mente, provoca de forma automática arcadas y vómitos.  Intento superarlo cerrando todas las vías respiratorias al mismo tiempo pero, en la mayoría de los casos, el desenlace está escrito.
Dedico mi entrada a los gamberros que el sábado cenaron en casa (entre ellos, mi pareja). Lo de lanzarse una bolsa con caquita de bebé en plan “bola loca” o “patata caliente” puede ser muy divertido; sobre todo si termina estrellándose en la cara de quien empezó el juego. Espero que la cena os aprovechara, la mía se fue al fondo del wc. (Desde el cariño, mi estómago y yo. Bss).

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