martes, 2 de octubre de 2012

¡Qué "áapaaa" mamá!!


Este verano mi hijo comenzó a hilar palabras, una detrás de otra. Es decir, del “¿Qué testo? ¿Qué testo?", continuado y repetitivo que llegaba a exasperar en algunos momentos, pasamos a la divertida fase de loro parlante que todo lo escucha y todo lo repite. Y no una o dos veces, sino tres, cuatro, cinco… Aún recuerdo el día que la cabeza me estallaba y, sentada a su lado en los asientos traseros del coche, comenzó a preguntarme a cada segundo (o milésima de segundo):

- "¿Qué testo?, ¿Qué testo?". 
- "Un coche, un camión, una furgoneta, un árbol…"

Y así seguimos hasta que mi cerebro, a punto de quedarse sin batería, dio la orden de parar aquella tortura infantil y comencé a contestar casi a media milésima por segundo, adelantándome a su gran pregunta: 

 
- "Una montaña, una nube, un autobús… un burro volando!!! “
- "¡Un burro volando mamá!?” Y entonces comprendí que estaba perdida...




Lo cierto es que no sé cuándo acabó el “¿qué testo?” De repente un día ya no se escuchó porque su mundo se hizo más amplio y comenzó a describir lo que veía: 

- “¡míiia mamá, un perro! ¡míiia mamá, ahhhh, un avión!!, un gato, una casa rosa, un elefante, un tren…"

 Hasta que una tarde, cuando nos disponíamos a salir de paseo me dijo:

- "¡Qué áaapa mamá!", y consiguió emocionarme con el piropo más bonito, sincero y tierno que jamás había escuchado.

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