miércoles, 13 de junio de 2012

El gafe.



Nunca había conocido a un gafe en persona. Había oído hablar de ellos en las películas, en las series de televisión, pero no pensaba que alguien pudiera realmente presentarse ante mí como un verdadero gafe. 

La rae los define como personas "aguafiestas o de mala sombra". A mí esto último me da mal fario, que se diría por el sur, donde supongo que los gafes no son bien recibidos. 

El día que conocí al gafe en cuestión me pareció una gran persona; muy prudente, educado, un tipo de modales exquisitos y, desafortunadamente para él, con grandes y trágicas experiencias en la vida. 

Lo que me asombra de este gafe no es tanto su "mala pata", sino su predisposición a contar con detalles y mímica todo aquello que le acontece, por raro que sea: atropellos, juicios, incendios, manifestaciones, ancianos pervertidos, ancianos que no eran pervertidos pero que lo parecían... Historias personales que pasan de semana en semana y que a él parece no afectarle. Mientras las relata, el reducido público agolpado a su alrededor ríe sin parar, ya no sé si de sus historias o del protagonista en cuestión que, realmente, es todo un showman. 

Después de conocer a mi gafe tengo que decir que me sorprenden gratamente. Si todos los gafes son iguales, así como los chinos tienen los ojos rasgados y los pelirrojos el pelo anaranjado, debo decir que son personas optimistas, a pesar de la gran carga que llevan encima. Si llueve, se caerán; si hace sol, lloverá; si madrugan para viajar, les cortarán la carretera... Yo, por si acaso, ya he tocado madera alguna que otra vez (no sé si de roble, de pino o contrachapado) No es que esto del "gafismo" sea contagioso, pero a una le da mala espina, que el "mala sombra" te pueda echar un mal fario. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario