He tenido la
suerte de conocer a muchos garrulos. Digo suerte porque van asociados
inevitablemente a los puestos de trabajo y, afortunadamente, he pasado por
muchos y han sido experiencias enriquecedoras.
Los garrulos
son una excepción de los buenos compañeros que te encuentras por el camino. Su
papel: joder al personal y convertir la empresa en un verdadero infierno. Ante
ellos solo tienes dos opciones: o bailar al son de sus gilipolleces o intentar
pasar desapercibido e ignorarlos por completo. El problema es que los garrulos
no suelen estar en las escalas más bajas de la empresa. Por alguna extraña
razón que sólo Punset sabría responder, los garrulos consiguen situarse en puestos
de confianza dentro de las grandes esferas. "Sentado a la derecha del
Pater", el garrulo es casi intocable y buscará la manera de hacerse notar.
Por eso, ignorara a un garrulo no es tarea fácil.
Gomina, pelo en
greñas a modo de señorito andaluz (es sólo un ejemplo gráfico), pantalones
tobilleros para aparentar que forman parte de la “yet set” de la ciudad, reloj
grande a juego con anillo y cadena de oro, camisa con puños arremangados para
enseñar tal cantidad de arsenal y colonia, mucha colonia que le permita marcar
territorio.
Son sólo
algunas anotaciones del aspecto físico de un garrulo. Pero, ¿qué hay más allá
de ese atractivo envoltorio? ¿Alguna vez habéis oído reír a un asno? Yo
tampoco, pero sería algo parecido a la risa de estos personajes. Los garrulos
no ríen como respuesta a algo gracioso. Ríen para hacer notar qué están ahí, para
que todos se giren a mirarlo y, sobre todo, para observar quien ríe con él y nunca
sería un rival en "el juego de la silla". No olvidemos que aunque los
garrulos se vistan de Emidio Tucci, garrulos son y siempre puede venir un palurdo
mayor y hacerte saltar de tú privilegiada posición.
Conclusión: el
mundo está gobernado por garrulos con sentimiento de inferioridad. Pero todos
tienen un punto débil y es el simple hecho de ser garrulos sin saberlo. No son
seres superiores, aunque se crean "los hijos del Pater". Por lo
tanto, si quieres acabar con un garrulo, trátale como tal. “Pobre asno que
mueve el rabo pensando ser un caballo. Al final, sólo las moscas se acordarán
de él”.
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