lunes, 30 de julio de 2012

Vicente "el pelirrojo".


Cuando pasas un fin de semana divertido, da igual que el lunes tengas el cuerpo del revés: el estómago en la garganta, la cabeza en los pies y la mente perdida en otros lares…

Mi mente anda aún escondida en un garito de Madrid. Creo que se ha quedado atascada entre la barra, el baño y unos barriles-taburetes estratégicamente situados para los que necesitan un poco de apoyo en ciertos momentos de la noche. Es increíble que en tan poquitos metros cuadrados encuentres todo lo necesario para pasarlo bien. Recuerdo una puertecita abierta de par en par y una escalera desde la que se veía todo el local. Y de repente muchas miradas y voces que decían:

- “Pasad, pasad, aquí cogemos todos…”

No paraban de bailar y abrirnos hueco, así es que, en menos de cinco minutos ya nos habíamos hecho con nuestra plaza preferente en la barra. No sé si por la simpatía de los presentes o por nuestros bailoteos de aquí para allá. Porque, ¿a quién no le ha pasado  que al  escuchar un poco de “España cañí” le sale el arte gitano que lleva dentro? Y no es que de repente te conviertas en Lola Flores, más bien en una mezcla extraña del zapateo de “los farrucos”, la cara “arrugá y de  dolor” de la Niña Pastori y el ritmo rumbero de Peret:

- “Con la puntita, con la puntiiita, con la puntita del pie, con la puntiiita…”

Y como ya se sabe que “detrás de un gran barco hay un gran capitán”, era de esperar que detrás de aquella barra del San Román hubiera alguien especial: Vicente, el pelirrojo. Un tipo serio que apenas habla ni ríe, que sólo mira y piensa “para su adentros”. Yo creo que recuerda sus días de cante, como el de la fotografía colgada en la pared, en la que aparece un joven Vicente dándolo todo. Y supongo que piensa:

- “Pa lo que hemos quedado, Vicentín”.  

Pero, de vez en cuando, “el pelirrojo” interactúa con su animado público que, en el fondo, está encantado con la seriedad y el porte flamenco de su peculiar barman. Y es en ese momento, cuando puedes ver a Vicente juntando sus palmas y cantando  bajito, como si se hubiera metido en uno de sus cuadros.

A Vicente “el pelirrojo”, a las tapas de salmorejo con lacón, a las nuevas amistades (gracias M.) y a los papis que de vez en cuando se toman un respiro y zapatean por gusto, va dedicada esta entrada. Es un placer volver a casa y dejar que “tus patas cuelguen” del colchón después de un gran día de “terapia latinera”. 

4 comentarios:

  1. ja,ja,ja.Cuanta gente habrá pasado por el peli!!!
    Madre mía, y eso que parecia que no te enterabas de la mitad de lo que pasaba a tu alrededor.
    Buen sitio para ir con buenos amigos!!!!!!
    Para cuando la siguiente?

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  2. Gracias Marta, por "colgarte" un ratillo de "mis patas",jajaja La verdad es que tengo muchos más recuerdos, pero no he querido entrar en detalles sobre los curiosos personajes que nos encontramos por allí,jajajaja Lo cierto es que tod@s eran muy majetes y animaban al buen rollo. Habrá que repetir. Bsts.

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  3. Muy buena Luna lunera, os imagino un poco chispis y haciendo vuestros pinitos de farandula....jijij. A vuestra acompañante de faena, nads más decirle que a la próxima me apunto. Que Vicentin ponga las cañas y de lo demás nosotros. Vamos allà...

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  4. Gracias pequeña, con vosotros ya tenemos el tablao formado!!jajaja Bss. ;-)

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